jueves, 6 de enero de 2011

Marta Harnecker Los retos de la mujer dirigente



Entrevista a Lorena Peña (Comandante Rebeca) de las Fuerzas Populares de Liberación "Farabundo Martí"


INTRODUCCION

Lorena Peña, más conocida por todos por la comandante Rebeca, tiene una larga historia de lucha junto al pueblo salvadoreño. Proveniente de una familia pequeñoburguesa, a los diecisiete años ya trabajaba "para ser independiente" y poco tiempo después empieza a militar en la organización político-militar salvadoreña Fuerzas Populares de Liberación "Farabundo Martí", más conocidas como FPL, y muy pronto llegó a ser promotora comunal en varios barrios marginales de San Salvador. Un tiempo después pasa a formar parte del Comité Central de dicha organización y permanece a la cabeza de la comisión de masas durante cuatro años. Más tarde le asignan tareas de seguridad. En aquellos años la conocí. Vino a visitarme a La Habana, conocía mis Cuadernos de Educación Popular y quería que la apoyara en sus nuevas funciones. Le di a leer el material que había preparado para el curso de formación política del Partido Socialista chileno, donde yo militaba.

En 1979 la nombran secretaria del partido en el Frente Occidental y, poco más tarde, dos meses antes de la ofensiva del 81, pasa a asumir la jefatura militar de este frente -no tanto debido a sus conocimientos en este terreno, que en aquella época eran bastante escasos-, sino gracias a sus dotes organizativas.

Muchas veces ha debido asumir tareas de dirección que están por encima de su preparación técnica. No obstante ha salido airosa porque está convencida de que "si se logra comprometer al colectivo política, ideológica y emocionalmente con la tarea, las cosas caminan bien."

Luego de la ofensiva del 81, cuando se reestructuran los mandos, Rebeca deja la jefatura del Frente Occidental y asume sin problemas la subjefatura. Lo mismo le ocurre en el Frente Especial de San Salvador, en el Paracentral y nuevamente en el Frente Occidental.

Pero Rebeca, que asume con gran naturalidad el ejercicio de altos cargos de dirección política y militar, acepta con humildad pasar de jefe a subordinada.

Ha tenido hasta ahora tres compañeros, y por razones que se narran en esta entrevista, sus relaciones afectivas fracasaron. También tiene un hijo que -debido a su militancia clandestina- no pudo vivir con ella cuando pequeño. Rebeca se limitaba a mirarlo escondida trás un árbol.

En una larga conversación realizada en plena guerra, en noviembre de 1990, me narró sus vicisitudes. Preparé la entrevista para su publicación y esperé en vano sus correcciones. Había ya perdido la esperanza de materializar este proyecto cuando, cerca de dos años y medio después, en mayo del 93, la encontré en El Salvador, en el I Congreso de las FPL en época de paz. Me confesó que la lectura de su testimonio la había golpeado mucho. Se preguntó: "¿dónde está mi victoria personal si cuento todas estas babosadas y no hago nada?". Eso determinó que dedicara parte importante de su tiempo al tema de la mujer. Hoy Rebeca es una de las principales impulsoras del Movimiento de Mujeres "Mélida Anaya Montes".

Marta Harnecker
La Habana, julio 1993

 

 


I. El MANDO, UN NUEVO RETO PARA LA MUJER

-¿En que afecta a una pareja el hecho de que la mujer tenga un cargo de mayor responsabilidad que el hombre?

-Las mujeres con responsabilidades difícilmente hallan algún compañero que sea solidario con ellas. Ese es un común denominador. En mi vida, de distintas formas, el problema ha sido el mismo. Yo he hecho un balance y en ningún caso la separación fue porque no nos entendiéramos físicamente o por cuestiones de carácter, nada de eso.

-Cuenta un poco, ¿qué pasó con tus compañeros?

-Con mi primer compañero todo marchó muy bien hasta que entré al comité central...

-¿Cuántos años después de haber empezado la relación con él?

-Cinco años. Era mi primer novio. A los dieciséis años empecé a andar con él hasta que nos casamos. Me llevaba cinco años. Nuestra relación venía de la secundaria, casi que ya estaba prestablecido que con ese me iba a acompañar...

-¿Cuándo empezaste a militar?

-Yo ingresé formalmente en mayo de 1973, tenía diecisiete años.

-Y te casaste...?

-A los dieciocho, en 1974, un año después del fraude electoral y tuve mi primer hijo a los diecinueve. Cuando salí embarazada estaba de aspirante a combatiente. Me quitaron todo eso y me dieron como tarea cocinar para un grupo de compañeros que venían a una escuela clandestina, en las temporadas de corte, como si vinieran a hacer el corte, y luego se regresaban. Antes de llevarlos a la escuela los diseminaban en algunos locales clandestinos. Yo atendía un localito de esos, le cocinaba a los que llegaban...

-Tú crees que fue una medida correcta de la organización el cambiarte de actividad?

-Yo creo que en atención a su condición física uno puede cambiar de actividad. Pero a mí lo que me pasó fue que me rebajaron el nivel de actividad. Y eso sí creo que no fue correcto.

-¿Y tú crees que lo hicieron intencionalmente?

-No. Creo que nadie lo planificó, estaba dentro de la lógica.

-Y si tú fueras jefa ¿qué habrías hecho?

-Bueno, creo que ya cuando el embarazo está avanzado hay que cambiar a la gente de actividad, pero quizás no la hubiera mandado de cocinera, hay una diversidad de tareas en las que, estando en esa situación, se puede aportar y desarrollarse.

Yo en esa época me dediqué a leer muy tesoneramente, pero no todo el mundo puede tener esa voluntad. Y el partido debe poner condiciones para que las mujeres no se les queden, porque ese es el punto crítico de cualquier mujer con militancia.

Cuando mi hijo tenía seis meses tuvimos que pasar a la clandestinidad. En ese momento es cuando se daba el vuelco de la organización hacia las masas. Y como yo había trabajado en los tugurios desde la época escolar, me metieron a atender ese sector, que en ese momento era solo un nombre, porque en realidad no existía. Mi tarea fue la de organizar la base del partido entre los trabajadores y grupos de apoyo y proyectar el gremio a los tugurios... Me fui metiendo en eso cada vez más y cuando Vladimir, mi hijo, tenía siete meses, los compañeros me preguntaron: "¿Cómo piensas hacer con más tareas y el niño?".

-¿No te ayudaba tu compañero?

-La verdad es que Dimas era un hombre excepcional; teníamos turnos de lavado de pañales, turnos de desveladas, un día sí y un día no, cada uno encerrado en la casa para que el otro fuera a cumplir tareas, a pesar de que él llevaba un proceso de desarrollo mucho más acelerado que el mío. Pero, con ese sistema, el problema era que de los dos hacíamos uno, porque él también salía un día sí y un día no.

Y entonces, cuando el niño tenía ocho meses decidí llevárselo a mi mamá. Y sólo en esas condiciones pude pasar a atender las tareas a tiempo completo.

-¿A ti no se te presentó un conflicto interno entre la madre y la combatiente?

-¡Por supuesto! separarse de un hijo es como que le amputen a uno un brazo. Yo no puedo explicar la sensación hasta física que uno siente. Toda esa mística cristiana me ayudó mucho. Los recursos políticos no me hubieran bastado para tomar esa decisión, pero eso del amor al pueblo, de que otros no comen y que tú al menos tienes la comida asegurada, fueron argumentos que pesaron más fuertemente que el temor de que lo mataran junto a mí. Me acuerdo que, para darme valor a mí misma hasta leí un escrito de Lenin dirigido a las mujeres donde habla de la maternidad en sentido histórico-social.

Dejé a Vladimir donde mi mamá y yo seguí en la clandestinidad. Asumí de lleno el trabajo de los tugurios y, por conexión, el trabajo obrero.

En 1976 entré al comité central. Tenía entonces veintiún años. Eramos siete. Las responsabilidades eran múltiples.

-¿Siete en el comité central?

-Sí. Era el período en que el partido comenzó a crear direcciones integrales por frentes. Yo, por ejemplo, que formaba parte de la dirección de San Salvador atendía el sector obrero, la comisión de infraestructura -que era la que hacía los barretines(1)- los hospitales clandestinos, las cárceles clandestinas para los secuestros.

Tuve a mi cargo el equipo central de sanidad, que era un hospitalito móvil; una especie de quirófano con sus médicos y su equipo, con mecanismos clandestinos de comunicación para moverse donde fuera necesario. Al mismo tiempo, estaba en educación. Cuando te conocí, Marta, y revisé tus programas de educación política, estaba en esa tarea. Era una locura todo aquello, pero como tenía menor nivel de complejidad que hoy, podía responder.

Mi compañero no entendió ese proceso, y entonces nuestra relación comenzó a hacer crisis. Lo interesante es que, en términos de tiempo, yo pasaba fuera de la casa igual que antes, sólo que ahora él no me podía controlar, porque yo iba a un departamento, iba a otro, al interior del país, a veces podía regresar a dormir, a veces no. Tenía más responsabilidades. El comenzó a no entender eso y a meter el elemento de la duda respecto a lo que yo sentía por él, en todo lo que yo hacía: si llegaba tarde, era por desinterés; si yo me iba temprano, era por desinterés...

Y ya después empezó a suceder una cosa que nunca había pasado. Me decía: "Eres ingenua, debes entender que andas con hombres." Esos "hombres" eran los compas. Cuando trabajaba con un compañero me advertía: "Vos debés tener cuidado, porque yo lo veo raro..." La situación se iba poniendo cada vez más pesada.

-O sea, tenía celos...

-Celos, pero celos de todos y cada uno de los compañeros. Eso parece divertido al comienzo, pero luego es atosigador. Te puede parecer divertido que te celen con uno y con otro, pero cuando ya eso es una fuente de conflicto permanente, de cuestionamiento de tus actividades, de que vos tenés que comenzar a pensar que cada tarea que vas a hacer significa un debate, un problema; que las iniciativas que tomés con los compañeros, si implican absorberte más tiempo, repercuten en problemas en la casa, entonces eso comienza a ser conflictivo. Y si además le agregás que eso empieza a trascender y ya no es sólo el problema con vos, sino que empieza a ser percibido por los demás, entonces tus propios compañeros, para no crearte problemas, se empiezan a retraer. Y vos comenzás a entrar en un lío en las relaciones con todo el mundo...

Entonces ¿qué se me planteó a final de cuentas?: o yo sigo mi camino revolucionario, de trabajo con los compañeros y me independizo, o soy una revolucionaria mediocre y una buena compañera de mi esposo. Así de concreto se me presentó el cuadro. Yo lo conversé con él. Desde que lo empecé a discutir hasta que tomé la decisión de separarme, pasaron dos años; dos años de debate, de crítica y autocrítica... Y ocurría algo bien interesante: en el debate, él no se defendía, porque él sabía que teóricamente yo tenía la razón. Pero pasaban quince días del balance y la historia era la misma, y cada vez más pesada. Interfería en mi trabajo. El quería conocer todas mis casas de seguridad para saber donde buscarme. Yo no podía darle esos datos, porque con ello rompía la compartimentación y, para demostrarle lo absurdo de sus requerimientos, le planteé que él me diera los datos de las casas de seguridad que él frecuentaba. Se negó a ello argumentándome lo de la compartimentación. Entonces yo le dije que por qué él sí debía respetar esas normas y yo no. En ese momento atribuí estos problemas al origen campesino de Dimas, ya que el machismo en el campo salvadoreño es muy acentuado.

Al final ya no se volvió sólo problema de opción política, sino de afecto, porque eso termina en que la motivación para convivir se te rompe. En noviembre del 78 nos separamos...

Años después platicamos sobre esto, porque continuamos siendo muy buenos amigos, él estaba de acuerdo conmigo y entonces se tiraba las grandes carcajadas y me decía: "Quizás no habría entendido muchas cosas si no me hubieras dejado..." Y coincidíamos los dos en que su actitud se debía a una marcada influencia campesina en el sentido del machismo, de la dominación de la mujer, encubierta bajo otro concepto: "Tú eres boba y los compañeros son pícaros", "Tené cuidado, tú no comprendes cómo es el mundo"; pero el fondo era ese. Lo que más pesó fue que él ya no me controlaba, porque antes yo pasaba ocupada las veinticuatro horas del día, pero como dependía del organismo donde él estaba, él sabía lo qué hacía yo las veinticuatro horas del día. Eso cambió luego cuando ya estábamos a la par: a cada quién le daban su trabajo y era Marcial el que tenía el control. El aceptó que había influencias de ese tipo y mucha incomprensión de su parte, y que eso llevó a que tronáramos(2).

A mediados del 79 yo me acompañé con un profesional. Nos llevábamos muy bien. No teníamos problemas, trabajábamos en áreas distintas... Yo trabajaba en Occidente y él trabajaba en San Salvador. Nos mirábamos eventualmente cada quince días o una vez al mes, él iba a Occidente o yo venía a San Salvador. Eso era antes de la ofensiva del 81. Nos llevábamos de maravilla... Para la ofensiva, a él lo mandan a San Vicente y a mí me mandan a Occidente. Pasamos un buen rato sin vernos. Hasta mediados del 82 yo era secretaria del partido y él era jefe de los aseguramientos y la logística. Nos llevábamos de maravilla porque su jefe era otro. Pero luego a mí me dieron la jefatura de ese frente, el Paracentral, y pasé a ser su jefa. A los ocho meses tronamos. El decía que toda la imagen que tenía de mí como mujer se le perdía de sólo saber que yo era su jefa. El sentía que no se podía entender conmigo de la misma manera.

-En el fondo la relación comenzó a fallar porque él no soportaba ser tu subordinado...

-Sí...

-¿No crees tú que esto se daba porque a él le preocupaba lo que otros pensaran de él?

-¡Claro!, entre otras cosas... Fijáte que era el tiempo de las unidades regulares. Vos sabés que ahí se daban voces de mando, que al jefe se le saludaba cuadrándose. Cuando él llegaba a reuniones del estado mayor, en que estaban todos los jefes, él no sabía si besarme o cuadrarse, para ponerte un ejemplo pequeño. Y no faltarían las bromas, ni te quepa dudas. A mí no me hacían roncha porque, por último, yo no era la que estaba en esa situación, pero a él sí. Y si a eso le agregás que gran parte de nuestras pláticas en ese tiempo eran en torno a tareas: ¿ya están las minas?, ¿ya están los tiros?, ¿ya están los pantalones del batallón, las raciones operativas, los embutidos, los derretidos? ¡Te imaginás la situación! Y eso era todos los días. A veces él decía: "No puedo cumplir con tal tarea" y yo le tenía que decir: "Tenés que poder".

Recuerdo una anécdota que a mí me graficó el grado crítico en que estaban nuestras relaciones. A finales del 82 le mando una nota donde le pregunto: "¿Vas a venir ahora?", y él me responde: "¿Es una orden o qué?"

Y si a eso le agregás que, en el momento más álgido de la crisis, se da todo lo de Marcial y Ana María. En ese momento, además, nos meten el Plan CONARA(3). ¿Te acordás de ese plan, en San Vicente, que duró como seis meses? Había que dirigir a ocho mil gentes de población civil perseguida. Te imaginás eso durante cuatro meses, era un lío, con un niño muerto por semana en cada cantón, por hambre, por falta de comida... Entonces ¿qué cabeza le puse yo a resolver ese asunto? Ninguna, sinceramente. Quizás ahí fallé yo. Eso se terminó ahí, fue bien doloroso...

Lo triste es que cuando yo me acompañé con este compa, él era un profesional que se había incorporado ya grande a la organización, con mucha visión, con mucho desarrollo cultural; aparentemente no tenía problemas con mis criterios independientes, me ayudó un montón en ese sentido. Yo me decía entonces: "Quizás el problema es mi extracción y que yo me entiendo mejor con alguien de extracción pequeñoburguesa." Pero, aunque éste era de una extracción y el otro de otra, el problema seguía siendo el mismo: el choque entre la relación personal y la relación de trabajo.

De esa experiencia yo me dije: "No me vuelvo a acompañar con nadie, o lo tendré que pensar muy bien; tendré que hacer grandes análisis." Incluso saqué una conclusión chistosa, que hoy no me la creo -entonces la creía-: "Yo estoy fuera de serie, no tengo interés como mujer de servir a los que están en la serie actual." Estaba contenta con lo que hacía y me decía: "Victoria es hacer lo que uno cree que es correcto aunque no siempre le guste." No sé si me explico. Para otra mujer puede ser victoria no perder la relación aunque pague por ello un montón de cosas; para mí, victoria es poder ser revolucionaria y hallar un hombre que me entienda en esa dimensión y que caminemos juntos. Y por eso, a pesar de que la relación se haya roto, yo consideraba que lo ocurrido era una victoria.

Pasé tres años en que no quería ni oír hablar de acompañamiento.

-¿No te pesaba la soledad?

-Llegué a valorarla en esos tres años. Leía más y aprendí a relacionarme mejor con la gente. Entonces comprendí que también tiene sus ventajas estar sola. Para mí fueron tres años impresionantes en ese sentido, aprendí bastante. Yo me imagino que ya te habrá pasado a vos, que si vas sola tenés otro clima de relaciones. Yo le hallaba sus cualidades a la soledad también...

Incluso he llegado a pensar que una cosa es meterse con alguien y otra es acompañarse. Hay que diferenciar. Quizás por el moralismo en la organización, uno tendía a creer que si se acostaba con alguien era porque estaba pensando en serio, necesariamente... Yo creo que eso es un error, fijáte. En el fondo es moralista, cumplís con el requisito de acompañarte y después cumplís con el requisito de separarte, porque si te acostás simplemente con alguien, sós loca. Yo reflexioné sobre todas estas cosas y he llegado a pensar que una cosa es acostarse con alguien y, otra es hacer un proyecto de vida en común. Pero estando en Guazapa, fijáte qué divertido, me encontré con un viejo amigo y compañero de lucha. Eramos grandes socios. Y un buen día dije yo: "Bueno, ¿y yo qué hago pensando en el compa, si ha venido, si se ha ido?, ¿qué es esto?" Y a él le pasó igual. Y nos acompañamos. Fue una relación bastante buena mientras estuvimos juntos. Es más, aquel teorizaba de que era importante que las compañeras tuvieran su propio nivel de desarrollo, etc.

-Pero ¿cuál era la relación orgánica contigo?

-Él era mi jefe. Era de un núcleo de comisión política que estaba ahí, la verdad es que todo lo hacíamos colectivamente, aunque con división del trabajo. Y a mí no se me hacía problema que él fuera jefe mío. Yo me subordino con facilidad en lo que hay que subordinarse. Pero tuve que salir al exterior por asuntos de salud y durante el chequeo médico detectan que estoy embarazada.

-¿Tú quisiste tener ese hijo, no pensaste en interrumpir el embarazo?

-Fíjate que en ningún momento pensé en interrumpir el embarazo, porque sí quería tener otro hijo. Ya para ese momento la guerra se había hecho tan larga, no miraba yo claro que se fuera a terminar pronto y pensaba que me estaba poniendo vieja y que si esperaba más no iba a poder tener otro hijo. Entonces sí le había puesto decisión a que si esa posibilidad ocurría la iba a aprovechar.

-Ahora, en las otras relaciones pesaron problemas de subordinación, de mando, de tareas; en este caso no hay problemas ni de celos, ni de tareas, entonces, ¿cuál fue el problema?

-Mi hija tenía un mes de nacida y aquél planteó: "Bueno, yo estoy solo y resulta que tú estás allá". Y yo le digo: "Sí, yo estoy aquí con la hija de los dos." "Sí, pero yo estoy solo", me responde "y aquí hay una mujer que me gusta..." Si querés, es un poco de inestabilidad afectiva pero, una vez más, también es la incapacidad de esperar a la compañera, que para desarrollarse debe cumplir tareas que implican que deje solo a su compañero. Entonces es el mismo fenómeno.

Yo siento que hay un problema de estabilidad, pero también de valores ahí, o sea, las dos cosas...

Mira, lo único que a mí me tiene un poco a gusto en todo este relajo, es que el compa fue capaz de avisarme lo que estaba pensando hacer, aunque fue muy cruel. Teníamos un trato, y era que yo no le perdonaría el engaño. Él sabía que si me engañaba entonces, olvidáte, me iba a hacer pedazos. Yo parto de que no doy motivos como para que me engañen, y no porque sea buenísima, sino en el sentido que yo también soy muy clara.

Cuando regresé al frente, había comentarios entre las compañeras, que tal compañero te deja y se casa, que el otro te deja y se casa; y las compañeras decían: "No hay que buscar tareas lejos del compañero, no hay que tener niños, porque tener niños es perder al compañero."

Yo nunca había reflexionado sobre eso, quizás era insensible a ese tipo de asuntos, pero me puse a pensar que es cierto, que por lo menos en El Salvador y en las FPL, todas las mujeres dirigentes somos solteras o separadas o viudas. Y la que no lo es, ya estará por serlo. No tenemos ningún acompañante.

Es un común denominador, es una experiencia que yo he vivido. Y fijáte que la asumo con alegría, porque tampoco uno tiene que hacerse el gran amargado con todo esto... Ni tampoco antihombre, antipareja, porque cada quien sabe por su pellejo cuál es su experiencia. No voy a pretender sacar una regla de todo esto, pero sí creo que no es tan fácil desarrollar con naturalidad el mando femenino.

De manera que yo he llegado a la conclusión de que si bien no es absolutamente imposible hacer compatible la vida familiar con el trabajo político, en el caso de una compañera que tiene responsabilidades de dirección, es muy difícil, porque en la práctica todavía está establecido que si vos querés tener estabilidad tenés que limitar tu desarrollo como persona, como revolucionaria, como política, al nivel que no te dé independencia siquiera con relación a tu compañero.

Eso es así en la práctica, pero nadie lo formula así. Leéte los estatutos, nuestros folletos de moral, todo lo que quieras, la gente no dice eso, pero en la práctica así funciona. Si bien ningún partido tiene una política discriminatoria desde el punto de vista teórico, en la práctica es otra cosa.

 

 

II. FORMAS SUTILES DE DISCRIMINACION

 

-¿Podrías señalar alguna discriminación que has sufrido en tu partido?

-Por ejemplo, de siete mujeres que había en la dirección cuando yo entré, ahora somos tres, las otras han muerto. ¿Dónde está la promoción de otras compañeras?

En todos los comités zonales de la organización ahorita hay cinco mujeres. Te estoy hablando de un total como de sesenta cuadros. Tres de ellas somos las del comité central.

-¿Cómo se reflejan las prácticas políticas discriminatorias? ¿Podrías poner un ejemplo?

-Hace poco yo estuve en Occidente. Allí hicieron la lista de cuadros y había una compañera bastante buena, que era de una dirección subzonal y con muy buen nivel de rendimiento, pero me dijeron que estaba algo desubicada políticamente y que, como además salió embarazada, ya no podía ser considerada para tal tarea. Eso es discriminatorio.

-¿Qué querían decir con lo de desubicada políticamente?

-Ella había tenido un par de maridos y para colmo en el último período había salido embarazada. Eso era suficiente para considerarla desubicada políticamente.

Yo quiero aclararte que no es que yo piense que porque es mujer tenga que estar ahí. Yo no estoy de acuerdo en que a una mujer, sólo porque es mujer, se le den tareas aunque ésta no esté preparada para desarrollarlas. Ahora, lo mismo pienso respecto a un obrero o a un campesino, o a quien sea. Yo creo que es correcto que la organización se proponga metas de reclutamiento. El análisis de los porcentajes es importante para tener una visión de dónde están nuestros puntos débiles. Pero la selección final debe hacerse usando criterios de calidad.

-Ahora, al revisar este texto dos años después, ¿piensas lo mismo?

-Creo que en lo que te dije hay trampa, porque da por sentado que no hay calidad.

Yo creo que la calidad es un requisito para hombres y mujeres y que en este proceso un gran contingente de mujeres ha adquirido calidad, pero por la cultura, por las condiciones que pone el partido, por las que pone la sociedad y por la costumbre que hay en las cabezas de compañeros y compañeras, no se percibe la calidad. Y por eso es que se habla de muchos controles de calidad para la mujer, como si ésta acabara de empezar la lucha.

Yo creo que debe ser cláusula de los estatutos de cualquier partido darse una meta mínima de participación de las mujeres; si no, no hay manera de que los compañeros y compañeras se propongan en serio abrir las oportunidades de capacitación y de promoción a las mujeres.

Yo ahí sí tengo diferencia de criterios. Ahora en el I Congreso lo vi: ciento dieciséis congresistas. ¡Qué curriculum, Marta, buenísimo, el de la mayoría! Y cuando estábamos hablando de la cuota de mujeres en el comité central los compañeros insistían en que se garantizara la calidad.

Al final del Congreso se abrió un espacio para proponer nuevos nombres y si vieras cada cosa que propusieron, como cuarenta hombres y ahí nadie dijo que no tenían calidad. Cuando son hombres se les olvida el criterio de calidad, se nos olvida.

Yo me estaba riendo de eso anoche. ¡Es increíble!

Otro ejemplo de la discriminación es el siguiente: una vez tuve una discusión con un dirigente nuestro porque él me decía: "Fijáte: es que las mujeres no quieren, le hacemos propuestas y no aceptan, a una le propusimos una tarea y no quiso realizarla." Yo le respondí: "Seguro que si es un pinche combatiente, vos le llorás para que acepte, pero eso no lo hacés con una mujer." Al final reconoció: "En realidad, es inhumano esto que estamos haciendo, ¿por qué no se nos había ocurrido antes?" Yo le dije: "Porque ustedes discutiendo solos, entre hombres, se sienten felices, son ustedes los que nos están aplastando..."

De ahí la importancia de que haya mujeres participando, porque es como otro gremio, en cierto modo, no antihombre, no tiene que ser así, pero es otro punto de vista que no siempre se tiene en cuenta.

Creo que es necesario un cambio de actitud, de valores, de preparación y que es necesario resolver los problemas materiales de las compañeras. Para serte franca yo no le veo salida a corto plazo a este problema.

Pienso, sin embargo, que el principal problema es si las compañeras están dispuestas o no a sacrificarse. Si no se hace labor de concientización con ellas, si no se les hace ver este tipo de cosas, perdés tu tiempo... A mí en Occidente me pasó. Había como quince compañeras, vos las veías tan inteligentes, tan lúcidas y la mayoría radistas. Yo les preguntaba: "¿no se han aburrido de ser radistas?", y respondían que no, porque el jefe de la escuadra de seguridad era su compañero. Yo le hablé de hacer otras cosas y ellas no querían. Entonces esa es una lucha, porque uno no puede hacer por alguien lo que esa persona no quiere hacer por sí misma.

Y esa es la principal conciencia que a mí me quedó. Decidí dejar de predicar y trabajar con ellas una a una para obtener logros prácticos y, al mismo tiempo, pelear para que no las abandone el marido, es decir, para que haya victoria completa... Porque no se trata de lograr que agarren su camino y terminen todas desestabilizadas.

-¿No te has puesto a pensar que la influencia cristiana tiene algo que ver con el atraso ideológico de la mujer?

-No, no había reflexionado sobre ese aspecto...

-Esto se me acaba de ocurrir a mí ahora, yo tampoco lo había pensado...

Padres que la ayudan a ser independiente

-Volviendo un poco atrás, cuéntame de tu familia.

-Yo soy de una familia pequeñoburguesa. Mi papá era un militar retirado, funcionario del gobierno en un tiempo y mi mamá era dueña de un negocio mediano en San Salvador. Era una familia liberal, siempre ligada a la política; no había golpe de Estado en que mi papá no participara. Y por el lado de mi mamá lo mismo. Aunque ella era una comerciante, provenía de una familia de intelectuales, y apreciaba mucho el desarrollo intelectual.

Mis padres se conocieron en medio de la lucha contra Martínez. Cuando reactivaron a todos los que participaron en el golpe donde cayó la tiranía de Martínez, mi papá no aceptó. Ese grupo fundó luego el PCN y los escuadrones, y mi papá por ahí no caminó. Finalmente se hizo militante de las FPL.

Cuando yo nací, mis padres habían logrado un nivel de vida más o menos acomodado. En la primaria estuve en un colegio laico por las ideas de mi papá, pero en la secundaria fui a un colegio burgués, de monjas.

-¿Cómo era la relación con tu mamá?

-Mi mamá tenía un control ideológico, no autoritario, sobre nosotros. Desde los doce años yo tenía llave de la casa, se podía beber y fumar en mi casa, llevar amigos. Era por otra vía por la que ella te controlaba. Te decía: "Usted debe ser independiente, las muchachas que se dejan llevar por los muchachos no tienen personalidad, usted debe tener personalidad. Usted debe estudiar, debe valerse por sí misma..." Incluso nos decía: "Hay un montón de mujeres que se llaman fulana de tal, llevan el apellido de su esposo. Yo me llamo Angela Mendoza de Peña, porque el día que me deje tu papá yo soy Mendoza. Si yo ahora no tengo apellido, el día que me deje ¿qué voy a hacer?"

-Veo que tu mamá te ha marcado bastante...

-Y mi papá desde su óptica, también. Él tenía otra tesis: no quería hijos copiados de él a papel carbón... Y sin haber leído a Freyre, porque mi papá era un militar, yo recuerdo que decía: "Yo educo a mis hijos para que sean libres". Entonces cuando mi mamá salía con cosas que nos molestaban ¿sabés qué hacía?, él se iba con todos nosotros de la casa, en protesta, como si fuera un hijo más. Era divertidísimo. Mi mamá se quedaba sola en la casa y todos nos íbamos en protesta, toda la pandilla con mi papá a la cabeza... Nos llevaba al cine o algún otro lado y después de tirar una carcajada decía: "Volvamos, ya la asustamos bastante." Los dos eran bien fuertes y muy libres.

-¿Y era buena la relación entre ellos?

-Sí, hasta el final.

-¿Cuántos hermanos tienes?

-Eramos cuatro hermanos, un hombre y tres mujeres, sólo yo estoy viva...

Dejáme decirte que yo era la más débil de carácter de mis tres hermanas. Las otras eran más enérgicas, más fuertes, más autoritarias, más independientes... Así nos habían educado a las tres, muy dueñas de nosotras mismas.

-¿Entonces tú tenías un trabajo legal?

-A los diecisiete años, al salir del bachillerato, para ser independiente conseguí trabajo. Trabajé primero en una empresa privada. Como mi colegio era burgués y tenía buenas notas, eso era motivo suficiente como para entrar en cualquier trabajo... Después, cuando ya militaba, me orientaron que buscara una actividad más afin a mi labor política, entonces me trasladé a la alcaldía. Pasé un cursillo y como tenía experiencia como promotora social no tuve ningún problema. Sabía de trabajo organizativo, de dinámica de grupos, de todo eso. En la alcaldía me dieron trabajo en los tugurios. A mediados del 73 yo era la promotora comunal como de siete tugurios de San Salvador.

 

III.  UNA VICTORIA COMPLETA:
SALVAR LA PAREJA Y DESARROLLARSE POLITICAMENTE

 

-Tú antes decías que considerabas una victoria seguir adelante con tus actividades y compromisos aunque ello te costara la relación de pareja. Ahora veo que la verdadera victoria -¿acaso no quieres decir eso cuando hablas de "victoria completa"?- es aquella en que logras ambas cosas. Me parece importante pensar en cómo lograr esto, ya que la inmensa mayoría de las mujeres militantes de hoy busca realizarse tanto en el terreno afectivo como en el político...

-Mira, mi primera gran victoria es jugarme el pellejo por conseguir mi realización personal, porque eso ya es una victoria contra mi propia cobardía. Y la victoria completa es si me la juego y tiene un resultado positivo.

En mis relaciones afectivas yo creo que he triunfado, porque no he terminado subordinada y he actuado como he creído que es lo correcto aunque esto tenga algunos costos. Esa es la única manera de sentirse feliz, esa es la felicidad para mí.

Es una victoria actuar como uno cree que debe actuar. Sin que te ronde ni el partido, ni tu marido, ni tu papá, ni tu mamá. Yo hasta ahora eso he hecho siempre.

-Sí, pero tú hablas de victoria y de victoria completa..

-Claro, es bien injusta la situación de las mujeres que somos independientes, porque actuar consecuentemente con tus ideas implica no lograr una vida afectiva estable con nadie. Todavía a la mayoría de los compañeros no les cabe en la cabeza la posibilidad de que las mujeres sean independientes, que tengan autonomía y que puedan desenvolverse plenamente, sino que las tienen en función de ellos.

Eso todavía existe aquí en El Salvador y por eso digo yo que la victoria completa supondría que hombres y mujeres cambiemos, para construir una sociedad más humana, con familias más humanas, más democráticas. Eso sería lo justo.

Porque hoy sólo hay dos alternativas, y he visto muchas compañeras que han escogido el otro camino: negar sus cualidades, hacerse mediocres, sombra de su marido, o bueno, ser tú misma y tu marido te dejará. Más o menos es la norma.

 

IV. LAS PAREJAS Y LOS SIN PAREJA

 

-Ahora, el hecho de que compañeros de la dirección de los frentes formen parejas ¿no provoca en los que están solos, que no tienen su pareja, una reacción de envidia y de decir: "Bueno, mira, los jefes pueden hacer esto y nosotros no..."

-Fijáte que eso tiene que ver con otras cosas. Te voy a exponer mi caso porque hay distintos casos. En el mío, para todo el mundo está bastante claro que a mí me ponen donde me necesitan; yo nunca he llegado detrás de nadie a ninguna tarea. Entonces la gente no se hace lío. Yo nunca he tenido problemas por eso, porque ha sido claro que yo estoy donde tengo que estar por una tarea muy concreta que me toca realizar. En el caso de mi trabajo en el Frente Paracentral, llegué allí no porque estaba mi compañero, sino cuando la dirección decidió mandarme.

La gente se hace más líos cuando la compañera del jefe no está en tareas de dirección, pero sí cercanas a la dirección, o en tareas de apoyo a la dirección por ser la compañera de fulano. Ahí se suscita ese tipo de reacciones.

Justamente de todo esto hicimos un debate en el 88, porque se decía que había que manejar las relaciones. Y entonces nos planteamos: ¿por dónde empiezan las relaciones? ¿Por arriba, o por abajo? ¿Cómo está la cosa?

-¿Qué significaba manejar las relaciones?

-Permitir que convivan más cerca las parejas, darles más posibilidades.

-¿Humanizar la situación de la tropa, digamos...?

-En general, la vida de las parejas en la organización. Eso se planteó porque las de la dirección estaban muy humanizadas y las de la tropa no. Entonces comenzamos a pensar como hacer, porque si a los componentes de un pelotón de treinta gentes le agregas la pareja, ¿cuántos te salen? ¿Y cómo organizás un pelotón de sesenta? ¿Cómo te inventás tareas para los treinta restantes, sean hombres o mujeres? ¿Me entendés? Ahí hay un problema objetivo que no se da en aparatos chiquitos, porque en éstos vos sí podés conciliar. Y luego está el otro problema de cantidad de combatientes cuyas mujeres están en la población civil y ellos no están interesados en que su mujer deje los cuatro hijos para irse con ellos al monte. O sea, que hay un montón de situaciones de distinto tipo.

Y también se daban casos de que justamente podían estar juntos y uno estaba por un lado y otro estaba por otro, y no se hacía nada por juntarlos. En ese sentido realizamos un esfuerzo con resultados prácticos de mayor estabilidad de las parejas.

Hemos hecho un esfuerzo por crear condiciones materiales, pero no se ha logrado crear nuevos valores para la relación de pareja. Esto es muy importante porque, como estamos en guerra, si tarde o temprano no están todas las condiciones materiales, si vos no tenés la idea de enfrentar juntos las repercusiones de la guerra en las condiciones en que te toque, en ese momento, cuando fallan las condiciones materiales, las parejas truenan.

-¿A qué llamas condiciones materiales?

-Que puedan trabajar cerca, que se puedan ver todos los días, que esto y que lo otro. Pero ya sea porque uno se desarrolle más, o porque uno tenga que irse para otro lado, o que te capturen, o que te manden a una beca, si vos no tenés la idea de asumir juntos el compromiso de la revolución en su expresión concreta que es la guerra, en ese momento truenan las relaciones de pareja con todas las secuelas que eso tiene para cada quien.

 

V. MUJER DIRIGENTE Y PROBLEMAS DOMESTICOS


-¿Qué dificultades hay que superar para que la mujer pueda asumir tareas de mando?

-Hay que comenzar por las personales afectivas. En primer lugar lo de los niños, porque otras mujeres que son excelentes y que no tienen quiénes les ayuden con sus hijos, se quedan en tareas menores o de apoyo.

-¿Tú estás planteando que se resolverían los problemas si hay alguien que se encargue del cuidado de los hijos?

-Si hubiera apoyo a dos niveles. Mira, por un lado apoyo institucional, guarderías, centros de atención infantil, sería una medida que podría contribuir a que las mujeres se incorporaran más; y la otra, es si se compartiera el trabajo doméstico. Pero eso no ocurre.

Entonces es grave, porque aunque haya guarderías, si el trabajo doméstico no se comparte, igualmente las mujeres tienen dificultades para participar políticamente.

Porque de nada sirve que tengas guardería, y llegues a las 6 de la tarde a lavar pañales, preparar los del día que sigue, la comida, ir al supermercado, barrer, trapear, en fin. Ahora en esta época de paz, terminado el conflicto, nosotros queremos que la participación política sea mucho más amplia. Y que la gente más común se meta a la política.

Pero si tiene trabajo asalariado, trabajo doméstico y trabajo político, realmente se vuelve bastante difícil. ¿Por qué ahora el movimiento de mujeres aquí en el partido es tan fuerte? Porque todas hemos sentido hoy lo que nunca habíamos sentido en la guerra, Marta. Terminada la guerra se acabó la igualdad. ¿Sabés por qué? Porque al volver a las casas, las que eran guerrilleras recogieron a sus hijos y el marido no se integró al trabajo de la casa. De repente te dicen: "Ahora estoy peor que en la guerra, porque salgo del trabajo político a hacerme cargo de todo el trabajo doméstico. Ahora mis fines de semanas son para cuidar niños. Ahora de las seis de la tarde en adelante yo tengo que estar en la casa cuidando los niños. Y tengo que ver en los recesos del mediodía cómo voy al supermercado."

En enero era increíble: no hallabas a ninguna mujer, todas matriculando niños y los compas bien tranquilos.

Entonces sí, realmente, no sólo se necesita ver cómo sacar a la mujer del hogar, sino ver cómo metemos a los hombres al hogar, para que eso se pueda resolver.

Eso va a ser larguísimo, pero yo creo que es una batalla que hay que dar.

 

VI. EL MANDO MILITAR FEMENINO

 

-Es más fácil imaginar a una mujer dirigiendo un frente político o de masas o en tareas diplomáticas que como jefe militar, ¿cómo llegaste tú a ser jefe de un frente de guerra?

-En el 80...

-¿Cuando se preparaba la ofensiva?

-Correcto. Ya el comité central había crecido, eran dieciocho compañeros del CC y la Comisión Política éramos como ocho ó nueve compañeros. Luego en la CP nos dimos cuenta que los jefes de comandos que teníamos en los comités zonales eran muy buenos, pero no sabían cómo organizar a mil hombres -se estaban volviendo locos-; en cambio, los secretarios del partido teníamos idea de cómo hacerlo. Entonces se decidió que algunos compañeros de la CP nos hicieramos cargo de la jefatura. Ahí me pasaron a jefe militar de Occidente para que agarrara esas unidades.

-¿Tú tenías conocimientos militares?

-No, nada sabía de mando de tropas. Desde que fui aspirante a combatiente no tomaba un arma. Eso fue dos meses antes de la ofensiva del 81. Entonces era un poco complicado porque no sólo era agarrar eso, sino de cara a la ofensiva que se estaba preparando.

-¿Cómo te las arreglaste para desempeñarte en esa tarea sin tener conocimientos militares?

-Apoyándome en los compañeros, porque habían muy buenos jefes de pelotón, compañeros con capacidad operativa que, si bien no tenían la visión de organizar algo en grande, tenían capacidad técnico-militar. Y de esa manera fuimos enfrentando la situación. O sea, consultando con los compañeros las cuestiones concretas del tipo de recursos que necesitaban, el tipo de armas, en fin... Me acuerdo que decían: hay que hacer trincheras, pero yo nunca había visto una trinchera. Los compañeros, luego de construirlas, me preguntaban: ¿están buenas? Yo les decía que sí. O sea, que a veces les hacía trucos, porque no podía estar respondiendo a todo: no sé. Me acuerdo que con las trincheras les seguí la corriente... Pero la verdad es que logré salir adelante apoyándome en ellos.

Te quería decir que no sólo en este caso sino en todas las tareas que a mí me han dado, yo siento que si las he podido desarrollar medianamente es, justamente, porque estoy convencida de que si uno logra comprometer al colectivo política, ideológica y emocionalmente con la tarea, las cosas caminan bien. Pero si el colectivo está desunido, si tiene competencia o uno no se apoya en él, por muy inteligente que uno sea, no puede sustituir la energía de todos los demás.

Esa divisa me ha ayudado a salir de un montón de líos. Ahora estoy trabajando con un equipo de economistas. Yo no soy economista, y si me pongo ahí a dármela de sabia y a no aprender de ellos, las cosas no podrían funcionar. Tengo que estar abierta a todo lo que me planteen. Y yo creo que eso es importante. A mí me ha servido cantidad toda la vida eso de aprender de los otros.

Por eso me molesta que se haga mal uso de los grados militares, porque detrás de cada comandante hay un montón de muertos que les han salvado la vida un montón de veces; hay un montón de gente que camina a pie mañana, tarde y noche para que tus grandes ideas lleguen a otro lado.

En fin, hasta en las cosas más elementales uno debe valorar las posibilidades de enseñanza que tienen los demás.

-¿Y cómo aceptan los hombres el mando femenino?

-Lo aceptan con naturalidad, en eso se ha avanzado bastante porque, por ejemplo, yo siempre he trabajado con hombres, es rara la vez que he dirigido mujeres directamente. Yo nunca he tenido grandes dificultades.

-¿Para imponerte no has tenido que abandonar valores y actitudes femeninas?

-No, yo eso no lo he hecho, hacerme la valentona, la que hace esto o lo otro, asumir otros rasgos, no, eso no lo he hecho. Al contrario, los compañeros decían que yo los estaba amariconando, porque tenía tendencia a hacerles el nombre chiquitico, a usar apodos, diminutivos. Entonces a uno que se llamaba Felipe le decía Fili y al otro Orly... Yo les decía: "¿Cómo querés que te diga?: ¡ven, hijo de puta! Pues no, no lo voy a hacer. Yo soy así..."

Lo que realmente pesa es el grado de efectividad de tu trabajo. Ese es el asunto de fondo. Si eso no está cuestionado, vos no tenés por qué cambiar tu manera de ser.

-Si te ves obligada a poner en una balanza la realización personal en un trabajo con perspectiva revolucionaria y tu realización afectiva ¿pesaría más lo primero?

-Sí...

-¿Aunque sea con dolor...?

-Con dolor de mi alma, pero pesa más. Aunque creo que hay que hacer un esfuerzo por compatibilizar las dos cosas. No se trata de que el sacrificio sea un principio. Eso me parece inhumano para todos: cuadros y base. Es inhumano, pero llega un momento en que, si las cosas se vuelven incompatibles, tú debes decidir. O hay un salto de valores para poder hacer frente a esa situación o tiene que pesar más el proyecto y el trabajo. Yo no creo que haya otra solución.

-Y tú como jefe, ¿si tienes que planificar sobre las misiones de los cuadros, consideras el aspecto femenino de algún cuadro para tratar de buscar una fórmula en que no llegues a enfrentar decisiones tan difíciles?

-Mira, un jefe siempre tiene que ver los dos problemas, el del hombre y el de la mujer que están implicados en cada decisión. Nosotros tratamos de que sean compatibles, que no haya necesidad de que rompan, siempre que esa compatibilidad -por lo menos esa es mi posición personal- no sea sobre la base de aplastar las posibilidades de ninguno de los dos. Eso es lo que pienso yo.

Se van haciendo malabarismos orgánicos, a veces difíciles, pero cuando los valores están muy débiles no hay malabarismo que valga. Yo te voy a poner un ejemplo: había una compañera que debía dirigir un taller de explosivos porque tenía aptitudes para hacerlo. Su compañero era miliciano, iban a vivir juntos donde el compañero, pero ella iba a ir todos los días al taller de explosivos. Sin embargo, el compañero quería seguir siendo jefe de ella, no aceptaba que ella asumiera esa jefatura.

-¿Y qué decidió la compañera?

-Incorporarse al taller de explosivos.

-¿Eso le costó la relación con el compañero?

-Estaba en eso cuando el compañero cayó en una emboscada. Pero ha habido otros casos en que si no hay posibilidad de que el compañero se vaya con la compañera, ella no se mueve de donde está.

Nosotros tenemos esa política de tratar de que estén cerca, que puedan relacionarse, que estén juntos. Estamos haciendo un esfuerzo en esa dirección, buscando compatibilizar el desarrollo de las compañeras y los compañeros con el de la pareja. Hay que buscarle una solución a esos problemas, porque la nuestra no es una revolución de autómatas, ni de seres anormales. Pero si vos no atacás el asunto ideológico, igual nunca es suficiente. ¿Sabés en qué termina? En que la compañera sale embarazada, se le da de baja y el compa se consigue otra, y entonces aquella se jodió en su desarrollo y se quedó igualmente sola.

-¿La dirección de las FPL se preocupa por estas cosas?

-Hemos hecho hasta una campaña de planificación familiar. Los compañeros se oponían a que las compañeras se pusieran en planificación. "¡Qué locura es esta!", dijimos nosotras. Usted está a la cola de su compañero, no se desarrolla, sale embarazada e igual la deja el compa. Y después se queda fuera del frente, con hijitos, sin el marido. Es una tragedia jodida que uno ve ahí.

 

VII. HIJOS CRIADOS POR OTROS

 

-Mi caso no es el igual al de todas las mujeres. Como yo soy de la dirección y ya tengo mi propio espacio, la dirección se preocupa de ponerme condiciones para que trabaje. En el caso de las compañeras de base tenemos un sistema hasta de guarderías legalizadas, donde las madres pueden ir a ver a sus niños, salir con permiso cada período si vuelven al frente; o sea, tenemos un sistema amplio. Nuestra ayuda no se enfoca desde la perspectiva de que aquella mujer pueda dar más, sino de que los niños tengan condiciones justas.

Ahora si vos tenés quién te ayude, un familiar, por ejemplo, nosotros creemos que es lo mejor, pero hay quien no tiene familia.

En las guarderías existe un sistema de internado completo. Muchos de los que ingresan son muchachos sin familia. Acordáte que en el frente hay un montón de muchachas de veinte años con hijos cuyos padres fueron asesinados durante la represión o son combatientes o activistas. Estos niños no tienen familiares que los acojan. Pero no creemos que este sistema de guarderías sea el ideal. Se educan con otras costumbres, con otro nivel de vida. Cuando sus padres van a buscar a esos niños para llevárselos unos días con ellos se produce un choque fuerte entre las condiciones alimentarias, sanitarias, en que viven en la guardería y las condiciones de vida mucho más humildes de sus padres. Eso a la larga puede traer dificultades. Nosotros después pasamos a otro esquema que es buscar familias que colaboren. Lo vemos mejor. Con todo este desarrollo de la repoblación, del trabajo político en la casa, lo mejor es una familia que pueda apoyar a los que no la tienen.

Esa es la otra variante que a mí me parece bien. Además ahí el combatiente puede ir cuando quiere, cosa que no ocurre en la guardería que está en la ciudad. Es un relajo hacer el conecte para que se miren, en cambio en la otra forma pueden darse una pasada porque los niños están en las periferias de sus respectivas zonas. Chalate, por ejemplo, ya tiene esto resuelto.

El otro lío de las guarderías es que cuando los papás caen, los niños pierden la memoria de quién era el papá, de quién era la mamá. ¿Me entendés? Cuando fui a una guardería había como treinta niños que no recordaban a sus padres. Este tipo de cosas nos comenzó a preocupar. Si estuvieran en una casita, por humilde que sea, ya tendrían una familia. Se podría hablar con esa familia para que les explique quién era el papá, quién era la mamá.

-¿Tiene sentido esa experiencia tuya de tener hijos para que sean criados por otra gente?

-Durante diez años yo creí que no debería volver a tener hijos, porque no le hallaba sentido. Y decía yo: "Para qué voy a tener otro hijo si el que yo tengo no lo tengo, para qué voy a meterme en otro." Y me daba hasta como un sentimiento de traición tener otro hijo. Pensaba: "¿Cómo le voy a hacer esto al otro?" Pero después comencé a pensar que con este tipo de razonamientos uno se deshumaniza. Tal vez lo miro desde mi perspectiva, yo he tenido una familia estable, sé que puedo contar con ella, que en el futuro puedo reconstruir la relación con mis hijos. Por otro lado me parecía una visión en el fondo pesimista, como quien dice: "Nunca vamos a ver la victoria, nunca voy a poder reconstruir nada."

Sin embargo, no puedo negar que ahora que me he reencontrado con mis hijos, hay grandes lagunas, a veces terribles, pero, a pesar de todo, pienso que fue bueno que los tuviera. Es otra dimensión de mi vida que jamás la hubiera vivido si no es teniéndolos, y por otro lado, aunque sea con los vaivenes de la guerra, he tenido la posibilidad de hacer familia con ellos. Si yo no hubiera tenido esos hijos, ¿qué sería de mi familia hoy en día? Sólo seríamos mi mamá y yo. Todos mis hermanos murieron luchando y mi padre acaba de morir de cáncer.

-¿Cómo fue tu reencuentro con ese hijo que ha sido criado por tu mamá?

-Cuando se crearon nuevas condiciones yo me dije: "Ahora sí puedo vivir con mi hijo." Pero ¿con qué moral iba yo a quitarle el hijo a mi mamá, si ya tenía ocho años de tenerlo ella, y yo lo había visto sólo tres meses en esos ocho años?, ¿cómo ahora le iba a pedir a mi mamá mi hijo cuando ha vivido tantos años con ella y, por otra parte, todos sus hijos han muerto en la lucha. No tuve valor de hacerlo. Era complicado...

Fijáte que a pesar de todo lo difícil que es el no estar con ellos, como sé que no lo he hecho por haraganería, sino por una decisión más profunda de convicciones de otro tipo, no me siento mal. Aparte de que pienso que en la medida en que se construye para el pueblo, se construye para ellos también...

-Creo que sobre lo que hay que reflexionar no es tanto sobre lo que significa para una madre separarse de su hijo, sino de lo que significa para el hijo el estar separado de sus padres... Esta situación no es elegida por él, se la imponen.

-Yo creo que ahora no es lo mismo que en la guerra. La guerra era una situación superexcepcional. Aquí hubo setenta mil víctimas en diez años; eso marcaba a todo el mundo: papá, mamá, hijos, abuelas, todos estábamos en la misma jugada.

Ahora, terminada la guerra y empezado el tiempo de paz, yo me he dado cuenta de dos cosas. Una, personalmente creo que ya no se justifica estar delegando el cuidado de los hijos. Creo firmemente que cada papá y cada mamá debe hacerse cargo de sus niños. Y que eso debe conjugarse con su trabajo político.

Hay otro detalle, los abuelos ya no quieren seguir criando niños terminada la guerra. También han pedido su descanso. Un montón de casos he visto yo.

Ahora, sobre la maternidad, yo creo que esa es una decisión personal de cada mujer; pero sí creo personalmente que por lo menos yo no me metería a tener, ni ahora, ni más adelante, más hijos si quiero mantener el nivel de compromisos en que estoy. Pero no me atrevería a establecer una regla general, porque hay mujeres que en toda la guerra no tuvieron hijos y hoy tienen veinticuatro años y quieren tener un hijo.

Pienso de que es bien difícil dar una norma; lo que sí creo yo es lo que se decía antes: que la que se mete a tener hijos y no resuelve el problema del apoyo en la casa, termina medio loca. Te lo digo por mi experiencia.

El año pasado, en noviembre, terminé con parálisis facial. Claro, el trabajo político era una locura y en mi casa, de repente yo sola con todos los chipotes y para arriba y para abajo. Troné. Es muy duro. Lástima que yo no tengo a quien poner ahí de burro de carga para que haga el trabajo doméstico, pero pienso que hay mujeres que están igual que yo, aunque tengan el marido en la casa.

-¿Y tu mamá está contigo ahora?

-Mi mamá se ha dado una vacación total y yo la respeto y la respaldo. Y yo creo que ese es su derecho.

Y además, me gusta... he visto a muchas abuelas igual, que dicen: hasta aquí.

-Cuéntame, ¿estás viviendo ahora con tus hijos?

-Estoy con mis dos hijos, pero el mayor está terminando el bachillerato en México. Él ya tiene dieciocho años, vive en un cuartico. Ya se independizó...

-No crees tú que así como se dice que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, también detrás de toda gran mujer existe otra que asume las tareas que aquella no puede asumir por las responsabilidades que recaen sobre sus hombros, aún en el caso de que existan esas instituciones que se hacen cargo de los niños desde pequeños, porque siempre están las tareas del hogar y las horas que los niños pasan en la casa...

-En realidad eso es así.

 

VIII. INTEGRACION DE LA MUJER

 

-¿De qué manera se puede ayudar a una mayor integración de la mujer a las tareas de dirección política?

-Creo que de todo lo que hemos platicado se deduce que se necesita una política consciente de las organizaciones sociales, de las organizaciones políticas, en el sentido de crear condiciones para que las mujeres puedan desarrollarse políticamente.

Hace un tiempo tuvimos un encuentro de mujeres en Tehuantepec. Tendrías que ver a las mujeres del PRI(4) y del PRD(5) quejándose de los mismos problemas que las mujeres de las organizaciones populares de El Salvador. Es la misma historia. Los problemas son los mismos. Tal como están las condiciones económico-sociales y políticas, es difícil hacer compatibles las responsabilidades de dirección política con las del hogar. Y si vamos al caso concreto de El Salvador, para que una mujer llegue a ser dirigente tiene que sobrepasar todos los problemas económicos, sociales y culturales que allí existen. Date cuenta que en El Salvador es muy frecuente ver mujeres con uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis hijos, que son jefas de familia.

-Te quiero agregar algo, que esta disminución de mujeres que yo te decía que se había dado en la dirección del FMLN, estoy convencida que tiene que ver también, no sólo con nuestra política discriminatoria, sino con el repliegue del movimiento obrero, del movimiento de masas... Porque en la medida en que las masas comienzan a participar como tales, y el nivel de militancia que exigen esas tareas no es el mismo que el que exige el partido, eso da chance a que un montón de mujeres empiecen a ejercer tareas de dirección y de ahí sale una nueva generación de mujeres.

Fijáte que, por ejemplo, en toda la dirección nacional del Comité Cristiano de Desplazados y Refugiados de El Salvador (CRITDEF), sólo hay dos hombres, las demás son mujeres. Si vos te vas a la repoblación, la mayoría de la directiva son mujeres. Es que el surgimiento del movimiento popular en sentido más amplio, da mayores posibilidades a la mujer, porque el salto de la vida doméstica a la guerrilla es muy grande.

Fijáte que en el Sindicato del Seguro Social, el de los Hospitales, existe un Comité Femenino que casi tiene el mismo peso y la misma influencia que el propio sindicato. Y ya los compañeros entendieron que si se necesita lograr efectividad en una mujer, es muy importante el apoyo que proporciona la mujer organizada. En un momento se produjo una contradicción entre la organización femenina y la dirección del sindicato, pero han logrado resolverla. Ese es un fenómeno que se está presentando, pero que nosotros lo hemos dejado de lado.

Me parece que un síntoma de la maduración del proceso revolucionario en El Salvador es este fenómeno del surgimiento de un nuevo contingente de mujeres.

-A partir de lo que has dicho, parece ser que la integración de la mujer a la dirección política y los problemas que ello representa estarían relacionados con las diversas etapas por las que va pasando el proceso revolucionario. Es evidente que no son los mismos problemas los que se plantean a la mujer que desempeña un mando militar, que a la mujer que asume una tarea en la conducción del movimiento de masas. Da la impresión de que en las luchas barriales, las luchas territoriales, la mujer juega un gran papel, porque esta no la obliga a separarse de la familia, y allí logra cumplir la labor de madre y de luchadora al mismo tiempo.

-Así es.

 

IX. REIVINDICACIONES DEL MOVIMIENTO DE MUJERES

 

-¿Cuáles son en tu opinión las principales reivindicaciones que debe levantar el movimiento femenino revolucionario en América Latina? Hay quienes sostienen que las dirigentes femeninas salvadoreñas y nicaragüenses politizan demasiado los problemas de la mujer, y no luchan o consideran secundario luchar por reivindicaciones propiamente femeninas. ¿Qué piensas tú al respecto, ahora que tienes esa experiencia de la reunión de mujeres en México?

-En eso de las principales reivindicaciones del movimiento femenino revolucionario en América Latina, yo parto de que, naturalmente, sus primeras reivindicaciones, las estratégicas, son las de la transformación social, porque mantengo que todo este pleito es en vano si no se pelea por transformaciones profundas. Es como que el obrero sólo se mantenga en el nivel de la lucha económica.

No creo que se deba desligar la lucha del movimiento femenino, de la lucha por las transformaciones de la sociedad. Esta es una tarea de hombres, mujeres, jóvenes. Ahora, contraponer las reivindicaciones de la mujer a aquéllas es peor todavía. Obviarlas es un error, pero es un error más grande contraponerlas, porque entonces le hacés el juego al feminismo burgués, que pelea sólo por reivindicaciones de tipo inmediato, sectorial y deja de lado el problema de fondo, que no es la varita mágica, pero que sí crea las condiciones básicas para poder hablar de una superación estable y duradera de la mujer.

Entre esas reivindicaciones que tienen que ver con las transformaciones de la sociedad en nuestro caso, está la demanda por la desmilitarización, la democratización de la sociedad, la justicia económico-social, la soberanía nacional... A éstas hay que agregar las reivindicaciones específicas de la mujer, que no son debidamente retomadas: la igualdad de oportunidades en el trabajo, la igualdad de salarios, el compartir los deberes del hogar entre hombres y mujeres, el crear mecanismos transitorios de formación y capacitación de las mujeres, por ejemplo, de las amas de casa, para que se puedan desenvolver no sólo en el trabajo político, sino en las empresas, en el trabajo productivo. Todas éstas son demandas que pueden y deben levantar las mujeres.

El derecho a participar plenamente en todo el desarrollo político, económico y social, me parece una reivindicación justa. También el que mientras se transforman todas las condiciones, se creen condiciones de ayuda material para la mujer. Ahora, no me vengas a decir que la lavadora me ayuda, porque estás partiendo de que yo soy la encargada de lavar la ropa. Las lavadoras deben ser una ayuda para resolver los problemas, no de la mujer, sino de la familia, que ya es otra pista. ¿Por qué la pareja no puede repartirse esta tarea?

Deben crearse estos mecanismos transitorios, pero haciendo conciencia que es de ayuda a la familia, al hombre y a la mujer, en la medida en que se construye la igualdad de responsabilidades hombre-mujer.

El problema es que como todo esto ha sido matizado por el feminismo burgués, en el caso del FMLN hay como alergia a todo lo que sean reivindicaciones de la mujer, eso a pesar de que hay como quince organizaciones de mujeres ahora en El Salvador. Las organizaciones han crecido, han elaborado teoría, tienen posición sobre el problema de la paz, el de la guerra, de la justicia social, sobre su problema particular y es tiempo de que nosotros recojamos esto.

Yo estoy de acuerdo en que las mujeres del FMLN nos desinteresamos por el problema de la mujer. He oído cada declaración que me da alergia. Hasta caemos en ridiculizar la lucha de la mujer. Una vez oí a una compa decir: "No, primero es la revolución y después que el hombre cocine." Y una compañera que está en un frente le respondió: "Yo sé cocinar muy bien, mi problema es cómo participo en el desarrollo global de la sociedad."

Hay una tendencia en nosotros a decir que primero es la lucha por la revolución y después es la lucha de la mujer. Yo pienso que deben ir ligadas. No estoy por un feminismo a ultranza al estilo burgués, pero ese planteamiento de decir que primero es una cosa y después la otra, me parece ilógico e injusto porque, cómo vas vos a plantear que hay que dejar lo inmediato por lo estratégico, cuando hay que combinar las dos cosas.

-¿Has pensado tú cómo pueden resolverse los problemas de la mujer dirigente salvadoreña en la nueva sociedad que ustedes pretenden construir, sabiendo que la posibilidad del despegue económico está todavía lejano?

-Yo pienso que así como va a ser gradual el logro de los objetivos plenos de la revolución, en esa gradualidad deben ir también los logros de la mujer. O sea, no podemos pensar que la mujer va a resolver todos sus problemas si la sociedad en su conjunto no es capaz de resolver las cuestiones más elementales. Y si bien yo no me hago idea de una fórmula, pienso que así como el programa debe ser gradual en educación, en trabajo, en reforma agraria, en cambios económicos y sociales, esa gradualidad debe ir ya tomando en cuenta problemas de la mujer, por ejemplo, su capacitación científico técnica, su educación ideológico-política... Y, por otro lado, debe crear condiciones materiales, al tiempo que se cambia la mentalidad.

Es difícil pensar en fórmulas porque, en la medida en que las condiciones materiales van a ser más difíciles, eso va a exigir más conciencia y más esfuerzo de hombres y mujeres, para que las mujeres puedan tener posibilidades. Para ponerte un ejemplo, si la lavadora no va a ser posible, entonces ¿qué vamos a hacer si seguimos en el esquema de que la lavadora es para ayudarle a la mujer?

Yo parto de que en este primer momento la tarea es político-ideológica y material. Pero ¿qué nivel puede tener? Para mí es difícil determinarlo en estos momentos.

Por ejemplo, en el caso nuestro, hasta ahora sólo se ha pensado en un ministerio para ver los problemas de la mujer, su protección legal, que no quede abandonada, que el marido le pase cuotas de su salario, ver que se puede hacer por su educación, tratar el caso de la prostitución, ir buscando paliativos.

Es importante no olvidar que en las repoblaciones existe una experiencia de autogestión que hasta ahora ha tenido éxitos notables en cuanto a la realización de la mujer. Abarca la educación, la salud, la producción agrícola, la producción de bienes artesanales: zapatos, ropas, etc., y la escuela y la guardería.

Las compañeras llevan en la mañana los niños a las guarderías, van a su unidad productiva, o las que son de las clínicas se van a las clínicas; las otras se van a la escuela, y están resolviendo muchas cosas colectivamente. Pero yo me pregunto ¿qué tanto se puede extender eso a todo el país? Porque esas experiencias se han realizado con compañeros que por la guerra ya han vivido los últimos diez años en colectivo: estuvieron en campamentos, en refugios y han adquirido una mentalidad que es distinta a la del resto del país.

Ahí mismo, a media hora de las repoblaciones, hay gente que aunque ahora vive en zonas bajo control, no ha estado desde el principio en esas zonas y, aunque tengás recursos para organizar una forma de vida colectiva, el camino que tenés que buscar es otro, porque esa gente no tiene toda la experiencia práctica y político-ideológica que tiene la gente que ha vivido en campamentos, en refugios, que ha estado en los poderes populares locales, que era la expresión anterior de las repoblaciones.

Por la vía de la cooperativa han llegado a un funcionamiento similar; han fundado su escuela, su unidad productiva, todo igual. Es bien interesante. Ahí vos ves dirigentes cooperativistas mujeres. Yo conocí una que era la que más producía de su cooperativa y tenía cinco niños. Al preguntarle cómo era eso, me contestó: "Es que la cooperativa ya se organizó, los chiquitos van a la guardería, yo los llevo en la mañana y los recojo en la tarde, y los otros van a la escuela."

-¿El movimiento femenino del que tú hablabas tiene alguna conexión con estas experiencias?

-Sí la tiene, porque las cooperativas tienen su sector femenino, y hay bastante interacción entre el sector femenino de las comunidades de los barrios y el de la repoblación y de las cooperativas. Aunque en San Salvador, por ejemplo, la experiencia es distinta. ¿Cómo hacés allí una unidad productiva de ese tipo? Es más difícil, es otro mundo. Son trabajadores informales, no tienen terreno, viven arrimados. Ahí es más complicado. Sin embargo, hay algunas experiencias que se están desarrollando en la ciudad, en el terreno de la artesanía, etc. Donde se da más cabalmente esto es en la zona rural, donde están las repoblaciones y las cooperativas. Ahí sí es clásico y halagador +el panorama.

-Creo que estas experiencias de las que hablas son esperanzadoras porque prefiguran de alguna manera las mayores posibilidades de desarrollo de la mujer en un esquema de sociedad que ha abandonado el individualismo, fenómeno típico del capitalismo, para poner el acento en valores solidarios y colectivos...

 

X.  NO HAY PROYECTO DE DEMOCRACIA SIN LA MUJER

 

-Quisiera que me contaras, ahora estás dedicada al trabajo de la mujer, a estudiar, a pensar sobre este tema, qué reflexiones, qué nuevas ideas y qué caminos has ido encontrando para lograr el desarrollo igualitario y no discriminado de la mujer.

-Bueno, con nuestra entrevista anterior me quedó el gusano. Me dije: no puede ser, ¿a dónde está mi victoria personal si cuento todas estas babosadas y no hago nada?

-¿Esa fue la razón por la que no me contestabas y tuve que postergar la publicación de esta entrevista?

-Sí. Entonces comencé a comunicarme con las compañeras de los organismos del interior - yo estaba en México- y nos propusimos hacer un diagnóstico de la mujer en la sociedad, en los gremios y en el partido, y de ahí derivar políticas.

Y cuando regresé al país luego de la firma de los acuerdos de paz, me metí de cabeza en el trabajo con las mujeres. De esa época para acá fundamos una organización que es el Movimiento de Mujeres "Mélida Anaya Montes"(6), y que surgió como una iniciativa del partido. Poco a poco nos dimos cuenta que un movimiento social debe tener autonomía para desarrollarse y, si es de mujeres, con mucha mayor razón. Vimos que debíamos crear un espacio donde las mujeres pudieran reflexionar sobre su situación y buscar alternativas. Se produjo un interesante debate y de ahí hemos sacado algunas conclusiones, que hasta hoy creo que son válidas.

Constatamos que el cambio nacional, tal como hasta ahora está diseñado, no toca importantes problemas de la mujer. Si bien es cierto que ella es la beneficiaria directa de la situación de mayor estabilidad del país: de que no haya muertos, que no haya represión, que sus hijos crezcan más a gusto, que sus maridos no sean asesinados, que ellas no sean asesinadas; sin embargo los diferentes proyectos de cambio en el país no toman en cuenta la situación de la mujer.

Mira, por ejemplo, la política de reforma agraria no abarca ni abarcó a las mujeres, porque no revisó las políticas de crédito. Aquí el único crédito que hay para mujeres es el de los bancos comunales que les dan quinientos pesos, más o menos quinientos pesos son sesenta dólares, para que inicien su camino de empresario. ¡Eso es ridículo!

Además, nadie revisó el nivel de documentación de las mujeres. Entonces se puso como cláusula que la tierra era sólo para aquel que estaba debidamente documentado y, por esa vía, se marginó a un montón de mujeres.

Si te vas al campo laboral, para empezar, el FMLN no reivindica la igualdad de salarios para hombres y mujeres; no reivindica la sanción contra la violencia a la mujer en los centros laborales; no reivindica el castigo y sanción a los empresarios que hacen exámenes mensuales de embarazo para despedirlas, para no tener que cubrir los gastos de prematernidad, no reivindica que el acoso y el chantaje sexual de los caporales, capataces y jefes, debe ser penado; ni reivindica la necesidad de contratos justos para las mujeres.

La inmensa mayoría de las mujeres aquí trabajan en zona franca y en ella el contrato es por el tiempo que el patrón estime conveniente.

Según las investigaciones del gobierno, la primera causa de muerte es por partos y problemas de post parto o por abortos. Hay ochenta mil abortos clandestinos al año en El Salvador. El plan de salud del gobierno, ni tampoco la izquierda, toma en cuenta esa realidad.

Y así nos podríamos ir repasando todos los campos.

Entonces hay un problema: incorporar a la mujer requiere políticas especiales para ellas. Políticas incluso desiguales, porque está claro que todo sector marginado, y en función de sus desventajas, requiere políticas especiales, como hay política especial de créditos para los campesinos en general.

-¿Puedes poner un ejemplo de una política especial?

-Ejemplo: los planes de educación para mujeres adultas; los planes de salud ginecológicos especiales dirigidos a mujeres. Facilitar los requerimientos de créditos para las mujeres y acompañarlos de capacitación en gestión y administración, como están haciendo con el Ejército Nacional para la Democracia, que le dan créditos blandos y le ponen el técnico para que los capacite en cómo usar su crédito. O una campaña de documentación casa por casa, porque si las mujeres están cuidando niños cómo van a ir a sacar cédulas. Hay que ponerse en su situación.

Nosotros planteamos que para lograr la integración de la mujer al proceso de cambios es necesario, por un lado, que las mujeres cobren conciencia de la necesidad de impulsar el cambio nacional: democrático, revolucionario, antimilitar; pero que en ese cambio nacional sean capaces de insertar su propia plataforma, de manera que la agenda nacional integre la de las mujeres.

Así podríamos hacer el amarre de los intereses particulares de las mujeres con los intereses de la nación.

Como conclusión final te puedo decir que yo creo que no puede haber proyecto de democracia sin mujeres. Si las mujeres no tienen una alternativa de desenvolvimiento político, económico y social en el proyecto, ese proyecto no es viable. No es viable de acuerdo a los principios de justicia social que nos hemos propuesto.

 

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De esta y otras entrevistas realizadas por el MEPLA se destaca la necesidad urgente de elaborar un proyecto alternativo de sociedad que tome en cuenta las diferencias de género. que supere el derecho burgués. Este --aunque proclama la igualdad universal, al desconocer la desigualdad real de los individuos en la sociedad capitalista, se limita a defender una igualdad que para muchos es algo meramente formal.Es necesario elaborar un proyecto de sociedad que --partiendo de la desigualdad real de género-- sustente y propicie una igualdad efectiva de ambos sexos.

Un proyecto que deje atrás la concepción burguesa de la familia, no para destruir la familia, sino superar una concepción patriarcal, discriminatoria, individualista e hipócrita de ella.

Un proyecto que permita que la mujer llegue a cargos de dirección política, sin que la mujer se vea constreñida a tener que renunciar a ser madre, esposa, amante, para cumplir esas tareas

Marta Harnecker


Notas

1. Lugares secretos destinados a esconder armas y equipos militares.

2. Fracasáramos.

3. Plan Nacional de Restauración de Areas. Plan militar con fachada cívica.

4. Partido Revolucionario Institucional.

5. Partido Revolucionario Democratico, de México.

6. Más conocida como comandante Ana María en las FPL.

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