Cáncer como arma
Documentos parcialmente desclasificados del Ejército de Estados Unidos del año 1948 evidencian como exploraron “la posibilidad de utilizar venenos radioactivos para asesinar a ‘personas importantes’, como líderes militares o civiles”. Así lo reseño el periodista Robert Burns de la Associated Press el martes 9 de octubre del 2007, luego de analizar los documentos obtenidos por la agencia norteamericana.
“Aprobados por los niveles más altos del Ejército estadounidense en 1948, el esfuerzo formó parte de la búsqueda secreta de los militares para un ‘nuevo concepto de guerra’, usando materiales radiactivos de la bomba atómica para contaminar franjas de tierra enemiga o para utilizar contra bases militares, fábricas o tropas enemigas”.
“Entre los documentos entregados a la AP –una nota del Ejército de fecha 16 de diciembre 1948, y clasificada secreto– se describe un programa intensivo para desarrollar una variedad de usos militares de los materiales radiactivos… La cuarta prioridad del ranking fue ‘municiones para atacar a los individuos’ usando agentes radiactivos para los que ‘no hay curas ni terapia’”.
También el escritor e investigador Percy Alvarado ha revelado cómo el cáncer como arma continuaba siendo un área importante de estudio y desarrollo para el Gobierno estadounidense a través del Departamento de Investigaciones del Cáncer en las instalaciones del Fuerte Detrick en Frederick, Maryland. El Fuerte Detrick es conocido por ser el centro de la guerra biológica del Pentágono, donde han desarrollado diferentes enfermedades letales, e incluso actualmente está siendo investigado por la muerte de más de 600 personas que viven en las zonas residenciales cercanas a las instalaciones militares. Estas personas, entre muchas más, han muerto todas del cáncer, y sospechan que desde el Fuerte han botado sus tóxicos en el agua que luego es suministrada a las zonas residenciales. Los exámenes del agua en las zonas alrededor del Fuerte Detrick han evidenciado un alto nivel de tóxicos que causan cáncer, incluso más de 3.000 veces de lo que debería ser para ser potable.
En su texto “Cáncer inducido, ¿un arma de la CIA”, del 29 de diciembre de 2011, Alvarado destaca cómo desde el 1975 en las instalaciones especiales en Fuerte Detrick, “[l]as investigaciones ultra secretas están encaminadas a desarrollar un programa especial de virus del cáncer, sumamente agresivo y letal… La insistencia de estos laboratorios en lograr los mecanismos para elaborar artificialmente células malignas o cancerígenas, sumamente invasivas y capaces de propagarse en el organismo desarrollando una metástasis incontenible, se ha mantenido a lo largo de más de cuatro décadas”.
Un artículo en la revista electrónica Slate Magazine, sobre la posibilidad de inducir cáncer, afirma que “aunque es difícil inducir cáncer en un enemigo, ciertamente es muy posible aumentar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad. La opción más efectiva sería la radiación”. Desde luego, hablan de la posibilidad de implantar un mecanismo que emite radiación dentro del cuerpo del adversario. En lo alternativo, dice Slate, “podrías contaminar la dieta de la víctima con altos niveles de aflatoxinas, asociadas con cáncer del hígado. O podrías infectarlo con cualquier cantidad de agentes biológicos que causan cáncer”.
El investigador y periodista, Jeremy Bigwood, explicó que “hay muchos agentes que causan cáncer que fueron convertidos en armas en Estados Unidos en Fuerte Detrick, el Arsenal de Edgewood y otras bases militares y centros del Departamento de Energía. Por ejemplo, micotoxinas (de hongos tóxicos) fueron convertidas en armas. Las micotoxinas T2 pueden producir necrosis en el tejido que penetran y convertirse en cáncer cuando no son inmediatamente letales”.
La tecnología de inducir cáncer como un arma existe. La decisión de “acabar” con el Presidente Hugo Chávez fue tomada cuando desde Estados Unidos crearon la misión especial de inteligencia para Venezuela en 2006. Desde luego, han buscado la forma de lograrlo. Por supuesto que existe la posibilidad de que el cáncer que acabó con la vida del Presidente Chávez haya sido causado por factores naturales, sin inoculación, sin provocación y sin inducción. Pero difícil es negar la abrumadora evidencia que indica todo lo contrario. Ojalá las investigaciones científicas serias y exactas logren poner fin a este misterio.
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