martes, 9 de abril de 2013


En la mira imperial

Desde su primera victoria electoral, el Gobierno estadounidense tenía sus ojos puestos sobre Hugo Chávez. En principio, no confiaban en su discurso revolucionario, y desestimaban su capacidad de liderazgo y el cumplimiento de sus promesas. Aunque desde el 4 de febrero del 1992, cuando Chávez lideró una rebelión militar contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, cercano aliado de Washington, el Departamento de Estado lo tenía en su “lista negra”, calificándolo como “terrorista” y negando su obtención de una visa para viajar a territorio norteamericano, de igual manera cuando ganó la presidencia de Venezuela en 1998, fue entregado su visa y lo invitaron a unirse al “club de los poderosos”. Chávez rechazó todas estas ofertas, que también vinieron a través de otros jefes de Estado de países aliados de Washington, como España, y poderosos empresarios interesados en mantener su dominación sobre el petróleo y el mercado venezolano.


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